domingo, 9 de mayo de 2010

Cuando nos enfadamos lo peor es para nosotros.
En nuestra cultura tenemos la tendencia a separar los aspectos fisiológicos de los emocionales pero actualmente existe suficientes estudios e información que demuestran que nuestras emociones nos afectan físicamente.
Cuando estamos alegres sentimos energía y vitalidad, y cuando estamos tristes nos sentimos sin energía. Cuando estamos alegres nuestro sistema inmunitario funciona en plenitud de facultades pero cuando estamos tristes o ansiosos nuestro sistema inmunitario se deprime y somos vulnerables a la enfermedad.
El enfado suele repercutir en nuestra salud tanto física como emocional de una manera muy negativa, lo peor de todo es que por muchas ganas de hacer daño al otro, salvo que realicemos una acción directa encaminada a dañar, los más perjudicados somos nosotros mismos tanto si hacemos un daño a otro porque pagaremos las consecuencias y probablemente nos sentiremos culpables cuando ya se nos haya pasado. Aunque no hagamos daño, rumiando lo malo que es otro y lo injusto que es el mundo lo único que se consigue es sentirse mal y generarnos odio e infelicidad
El odio es el mayor enemigo de la felicidad propia, es difícil sentirse feliz cuando se odia a otras personas, y además da igual la intensidad con la que odiemos a alguien, salvo que emprendamos una acción directa nunca le lastimaremos porque esas emociones están en nuestra cabeza, no en la del otro y a los que nos hacen sufrir es a nosotros porque somos nosotros los que estamos pensando y sintiendo ese odio.
Y no digamos si para encima le pasa algo positivo a la otra persona. Por ejemplo, a alguien que nos cae fatal le toca la lotería.
La mejor manera de salir de los círculos del odio y del rencor es reconocer a los demás los mismos derechos que queremos para nosotros mismos, estos sería los derechos humanos. Además es interesante tomar conciencia de que somos responsables de lo que hacemos y pensamos nosotros mismos, pero no somos responsables de lo que hacen y piensan los demás, así que sólo nosotros podemos gestionar los aspectos emocionales que los demás despiertan en nosotros. Si alguien nos cae bien o mal esto está al margen de la otra persona, sólo nos afecta a nosotros porque en función de los sentimientos que nos genere nos sentiremos mejor o peor.
A la otra persona le da exactamente igual.

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